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Preparados, listos, ya… al llegar Octubre un regimiento de hombres y mujeres con cestas se reparten por los bosques de Cazorla cuidadosamente uniformados con sus mejores galas campestres, cesta en una mano y navaja en otra salen al campo con la ilusión de volver triunfadores llenos de gloria con sus cestas rebosando de setas y hongos.
Las luces del Valle del Guadalquivir en Otoño alumbran su búsqueda y lo que inicialmente en nuestro parque natural fue en una época fuente de alimento se ha convertido en una actividad de ocio y entretenimiento, más hombres que setas! en ocasiones.
Numerosos encuentros añaden además escuadrones de expertos deseosos de dar nombre alguna nueva especie e inmortalizar su apellido para la historia
Para autoconsumo, para vender o por deporte son muchas las personas que cada año han encontrado una escusa para caminar entre los pinares del valle, disfrutar de la sinfonía de los pájaros y respirar el fresco aroma a tierra mojada de las primeras lluvias del otoño.
Otro de sus atractivos esta en las tertulia de bares y mercados donde todos los años se repite la misma sinfonía con un estribillo muy parecido “este año hay pocas, no ha llovido en su tiempo, estas son de Sierra Morena” y el caso es que da igual si llueve o no, si hay muchas o pocas porque cada uno interpreta la temporada a su antojo.
Ocres, amarillos y rojizos colorean el Guadalquivir en otoño y es difícil resistirse a sus encantos, valle fértil donde las personas encontraron la generosidad del bosque y al que regalaron con su siembra nogales, higueras, vides y almendros. Hoy algunos de esos cortijos se han convertido en hermosas ruinas con un cierto encanto y misticismo, testigos silenciosos del pasar de los años contemplando en ocasiones como las cestas de los mal llamados seteros se vuelven bolsas de plástico y sus navajas rastrillos, dejando a las setas y hongos estériles y a la tierra vacía.
